Monday, February 18, 2008

Le Scaphandre et Le Papillon [Julian Schnabel, 2007]

"Me duelen los talones y mi cabeza pesa una tonelada. Una especie de escafandra aprisiona mi cuerpo. Mi tarea ahora consiste en tomar notas de este viaje inmóvil de un náufrago en las costas de la soledad."

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Jean-Dominique Bauby era el editor de la revista Elle, un playboy hedonista que disfrutaba de los placeres de la vida al máximo. Eso hasta un día en que sufrió un derrame cerebral y quedó en estado vegetativo, atrapado en su propio cuerpo víctima de un raro síndrome llamado Locked-In. Quedó totalmente inmóvil, a excepción de su párpado izquierdo.

Aunque resulte increíble, este individuo logró escribir su historia a fuerza de una voluntad inquebrantable y de incontables pestañeos. Una de sus terapeutas pacientemente le recitaba el abecedario, y con un pestañeo, Jean-Do le indicaba que esa era la letra que deseaba. Memorizaba lo que quería decir y lo dictaba utilizando este método. Así trabajaron durante más de un año hasta crear su novela La Escafandra y La Mariposa, en la que se basa esta película.

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Historias que se prestan tanto para el cine como la de Bauby, generalmente terminan reducidas a sentimentalismo barato, hecho expresamente para manipular y sacarle lágrimas fáciles a la audiencia.

Eso a menos que a la cabeza se encuentre un verdadero artista como Julian Schnabel. Uno de los pintores contemporáneos más reconocidos del mundo, Schnabel ve el celuloide como otro lienzo para expresar su arte.

Similar a lo que hizo Delmer Daves con Humphrey Bogart en la innovadora Dark Passage, Schanbel, apoyado de su director de fotografía Janusz Kaminski, nos muestra el mundo tal cual como lo ve Jean-Do a través de su ojo. La cámara se mueve con su misma inquietud. Cuando se siente aturdido o llora de impotencia, todo se nubla. Los personajes se dirijen directamente a la pantalla y llegamos a creer que estamos dentro de su mente.

El resultado es por momentos de una belleza sobrecogedora, maravillándonos junto a él mientras va redescubriendo cosas tan sencillas como la luz del sol que atraviesa su cortina o las caras de su esposa e hijos. Como él mismo lo describe, su cuerpo se encuentra atrapado dentro de una escafandra que cada vez desciende más y más a lo profundo del mar, pero todavía cuenta con sus recuerdos, y sobre todo con una imaginación que, como una mariposa cuando sale de su larva, se niega a vivir prisionera.

La vida de Jean Dominique Bauby recuerda inevitablemente a la de Ramón Sampedro, pero lo que las diferencia es que mientras Sampedro sólo pensaba en morir, Bauby era ante todo un artista, y su necesidad inexorable de crear lo empujó a aceptar su condición y aprovecharla como mejor pudo para compartir su historia con el mundo.

Uno de los personajes de su pasado que llega a visitarlo le dice la frase en la que puede resumirse todo:

"Aférrese a su humanidad y sobrevivirá"

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La actuación de Mathieu Almaric es el eje conductor de esta historia. Aunque no vemos su cara, su poderosa narración nos lleva en un viaje fascinante por los recuerdos de una vida vivida intensamente. Schnabel no desea que el público sienta lástima por Jean-Do, por lo que sólo veremos su cara y el estado en que se encuentra luego de tener bien claro que es un hombre más fuerte y determinado que el mal que lo aqueja. Sus recuerdos pasan de lo sublime a lo ridículo y vemos a un hombre capaz de reírse de su propia situación, él tampoco desea que lo compadezcan. Almaric brilla tanto en los momentos en los que sólo somos guiados por su voz, como en los que observamos su vida de libertad y carpe diem antes de su accidente.

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El brillante elenco de secundarios, compuesto por el grupo de bellas mujeres de su vida, fungen como su conexión con un mundo que parece tan lejano. Es casi como el encuentro de Guido Anselmi y sus mujeres en 8 1/2 de Fellini - su esposa, su amante, sus amores pasados, las profesionales dedicadas que le cuidan y hasta las que sus espíritus deambulan por el histórico hospital Napoleónico en el que está interno.

Pero mi escena favorita es en la que Jean-Do se reencuentra con su padre enfermo, interpretado por la leyenda viviente Max Von Sydow. Es un hermoso momento en el que un hijo se confiesa ante su padre mientras lo rasura, días antes de que la desgracia lo toque. Es raro ver un momento de comunión tan íntimo entre dos personajes llevado a la pantalla de forma tan pura y real.

Es un tarea complicada adaptar a la pantalla unas memorias como las de Jean-Dominique Bauby, donde todo es interiorizado y visto a través de los ojos de un sólo personaje, pero Schnabel y su equipo lo logran de manera formidable. Lograron hacer de una historia de un hombre encerrado de sí mismo una de esperanza y libertad, de supervivencia y negación a sucumbir a las adversidades.

Visualmente impresionante gracias a la labor fotográfica de Janusz Kaminski, con sus colores y destellos de luz, Le Scaphandre et le Papillon es quizás la mayor y mejor obra de afirmación de vida en forma de cine que he visto. En lugar de escribir sobre fatalismo y sentimiento de derrota, Bauby llevó a las palabras –y luego Schnabel a imágenes– una celebración sobre la vida y el poder de la imaginación.

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Nominada a 4 premios Oscar – Mejor Director, Mejor Edición, Mejor Guión Adaptado y Mejor Cinematografía.

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3 comments:

DrLacxos said...

se ve que es una excelente historia, me gustaría verla para poder disfrutarla!

Emilia said...

Me gustan este tipo de películas. Muy inspiradoras.

marichuy said...

Estimado Guido

Hasta hoy la vi, en México hay lentitud para exhibir filmes que no sean 100% hollywoodenses. Buen film y coincido en todo con tu, dicho sea con toda sinceridad, espléndida reseña; de las mejores que he leído sobre este film.

Yo me temía encontrarme con un melodrama lacrimógeno, pero afortunadamente no es así. Esa escena que comentas entre JeanDo y Papi Bauby es de una emotividad sobrecogedora, dos grandes actores, con esa sensibilidad. Y hay otra que hasta erótica se me hizo, esa cuando se imagina que podría estar comiendo -en lugar del alimento intravenoso de todos los días- y su mente lo transporta a un restaurante donde come deliciosas viandas y de paso se presta para que el y su novia se devoren con los ojos y no solo con los ojos. Otra escena, medio de llorar, pero bien realizada, cuando su pequeño hijo Theo llora al ver en lo que se ha convertido su amado padre. En fin, un muy buen film, y nada como verlo en su idioma original, doblado al español -de España-, se escucha horrendo.

Saludos

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