Friday, December 31, 2010

Io Sono L’amore [Luca Guadagnino, 2010]

I Am Love

El verdadero melodrama, el de autores como Max Ophüls y Douglas Sirk, se desenvuelve entre lo improbable y lo inverosímil. El sentimiento y la pasión preceden a la razón.

Io Sono L’amore es un melodrama puro, onírico, una película de placeres sensuales.

Cuando el neoralismo italiano alcanzaba sus postrimerías, un nuevo movimiento comenzaba a surgir, liderado en gran parte por los mismos autores que habían iniciado el anterior. Luchino Visconti, quien es ampliamente considerado el padre del neorealismo con su obra maestra Ossessione, fue uno de los iniciadores de este nuevo cine italiano. La realidad sin filtros, sin adornos del neoralismo daba paso a una realidad exaltada, las prioridades históricas e ideológicas no se abandonaban del todo, pero el fin ahora era predominantemente artístico, estético.

Luca Guadagnino se inspira en el Visconti de Senso, Rocco y sus Hermanos y Los Malditos, en su fascinación con el drama familiar, evocando memorias de decadencia y privilegio, y lo trae al presente en forma de una familia industrial del norte de Italia, una región donde familias old-money de este tipo son legendarias.

La cámara de Guadagnino flota con elegancia inusual entre la arquitectura de Milán [un franco homenaje a Antonioni, otro pionero] y  los colores y formas de la naturaleza, que junto a la partitura de John Adams, dotan a la película de una textura distintiva, de una belleza barroca que sobrecoge. Como en el cine de Sirk, personajes y ambiente son uno.

La exquisita Tilda Swinton interpreta a Emma Recchi, una Madame Bovary postmoderna. Está a punto de convertirse en la nueva matriarca, su esposo ha heredado el imperio familiar y sus hijos ya son independientes, por lo que sus obligaciones con la familia que la trajo de Rusia a vivir en una jaula de oro ya están casi saldadas.

El personaje de Emma Recchi [y Swinton] opera a lo largo del relato en dos niveles, primero como un objeto que se ha resignado a parecer, no a ser, y luego, como una fuerza de la naturaleza con un apetito voraz por los placeres que ésta ofrece. Presenciar esta transformación es absolutamente fascinante, y todo es gracias a Swinton, sin duda la intérprete de su generación.

Dicha transformación viene dada por dos factores, una confesión de su hija que despierta de alguna forma su curiosidad por lo que existe fuera de su status quo, y luego, una escena sacada de Ratatouille, en la que como Anton Ego, luego de probar un platillo, un torrente de emociones la convierten de figura de alabastro a mujer de fuego.

Guadagnino hace un interesante comentario sobre cómo el despertar de una mujer puede sacudir los cimientos de una institución como la familia Recchi de forma mucho más contundente que  el cambio de poder generacional.

Los mejores melodramas de Douglas Sirk como All That Heaven Allows estaban construidos milimétricamente. Cada emoción medida con precisión. El hecho de que confecciones tan artificiales, tan obviamente elaboradas hayan tenido y sigan teniendo un impacto emocional tal, es un testamento del poder del cine como forma artística.

Io Sono L’amore agrega a esta artificialidad su esteticismo barroco. Lo que se supone debería distanciarnos, nos absorbe.

Io Sono L’amore es un reverie, pero también es un despertar, el abrirse al placer y la aceptación hecho imágenes y sonidos.

“¡Ya no existes!”, exclama su esposo Tancredi a Emma al final. Los Recchi tampoco.

Magnífica.

 

The Chairman Dances [Foxtrot for Opera] – John Adams

Friday, December 24, 2010

It’s a Wonderful Life [Frank Capra, 1946]

ItsaWonderfulLife

Hay dos versiones de Estados Unidos. La real, y la que el país tiene de sí misma, esa de “Land of the free, home of the brave”.

Frank Capra fue y sigue siendo el que mejor supo retratar esa autoimagen, y en It’s a Wonderful Life alcanza su punto cumbre como observador, como comentarista social norteamericano.

Ignorada y olvidada tras su estreno en 1946, rescatada cuando quedó en el limbo del dominio público, convirtíendose en un símbolo de la Navidad gracias a las estaciones de televisión que la transmitían cada año sin falta, It’s a Wonderful Life 60 años más tarde se revela como una cápsula del tiempo, como una vision clarísima de una nación luego de dos turbulentas décadas.

Capra resume a su país en una idea sencilla que tiene dos caras: la forma en que el espíritu comunal puede unir a confrontar los peores problemas, y la forma en que la avaricia es una consecuencia necesaria del capitalismo. También sirve como metáfora de una idea mayor: una nación que paulatinamente toma su posición como el poder mundial que aún es, y sobre las dudas y miedos que un proceso como ése acarrea, apoyándose para ello en un enorme personaje llamado George Bailey.

En la presente y en todas sus películas, Capra estaba del lado de hombres como Bailey y de su filosofía [la decencia, el sentido de comunidad siempre prevalecerán al final], pero a la vez muestra una nueva arista de esta pensamiento: su fragilidad.

Si [como presenta en el extraordinario tercer cuarto de la película], removemos a un hombre como Bailey del escenario, ¿qué sucede? Caos total. Bedford Falls, la consumación del sueño americano, de la vida de pueblo ideal, se convierte en Pottersville, la antítesis total de ese sueño.

Siempre he creído que la perdurabilidad de It’s a Wonderful radica en que George Bailey es el espejo en el que los americanos se reflejan. Están convencidos de que son él o deberían ser como él, aunque muchos de ellos sean más como Mr. Potter. Bailey es definitivamente un mito americano, igual que el Cowboy.

Aunque se ha ganado la reputación de ser una película sentimental y manipuladora, intencionalmente o no, Capra imbuye cada momento sentimental con una oscuridad y un cinismo que nunca se vio en el resto de su carrera.

Me explico. En el universo de Capra eres un buen hombre no porque eres inherentemente bueno y generoso, no. Lo eres porque la única alternativa es la desgracia y la destrucción. Bedford Falls es su Shangri-la no porque sea un pueblo en el que todos cantan y rien agarrados de la mano, sino porque es un lugar en el que la colectividad es más importante que el individuo.

George Bailey, a pesar de no haber vivido la vida que planeó, a pesar de haber vivido literalmente de fracaso en fracaso, de sacrificar sus sueños para cumplir los de otros, entiende que es el hombre más rico del mundo no por todos los amigos que tiene, sino porque su existencia es absolutamente vital para la felicidad de la colectividad.

No será el gran explorador que pensó que sería, pero sí es un GRAN hombre.

Saturday, December 18, 2010

Kynodontas [Yorgos Lanthimos, 2010]

Kynodontas

Arrested Development.
Tomar aquella famosa máxima de que “Todas las familias tienen un secreto: no son como las demás familias”, y llevarla al paroxismo.
Convertir lo mundano y normal en perverso, raro, absurdo. Filtrarlo a través de la percepción distorsionada de sus personajes. Una percepción distorcionada que bien puede tomarse sin buscar subtextos, como una farsa, o como sugerente, como una gran alegoría de algo más profundo, Orwelliano.
Tomar tres personajes, retratarlos como tres experimentos pavlovianos que han crecido en un mundo de competencia constante y brutal, competencia hasta por la más ínfima recompensa emocional. Hacer que cada movimiento sea calculado, medido en un gran juego en el que la perfección y la aprobación del amo son la recompensa.
Crear un microcosmos en el que las reglas están clarísimamente establecidas, en el que la unidad familar está delineada no por el amor y los cuidados, sino por el control, control absoluto de cuerpo y voluntad desde la cuna.
Hacer que cuestionemos lo que consideramos mundano y normal, comenzando con la que se supone es la unidad más básica de la sociedad: la familia, mostrándola como un estado amurallado infranqueable.
Descomponer lo que al principio parece una moralidad naïf retorcida [aunque coherente], y mientras progresa el relato, mostrar cómo se desmorona con la entrada a ese microcosmos perfecto, aséptico, de factores ajenos al amo.
Sugerir, cual Mito de la Caverna, que la realidad fuera de ella es indescifrable y sin sentido, poner en duda su propia existencia.
Filmar una película de Michael Haneke sin ser Haneke, y usando algo que Haneke parece no saber existe: humor, un humor Buñueliano tán ácido que arde.
Demostrar que la educación y el adoctrinamiento lo son todo. Quitando la razón, somos animales salvajes.
Todo eso hace Yorgos Lanthimos en su extraordinaria Kynodontas, la mejor película del año 2010.

Fly me to the Moon - Frank Sinatra

Das Weisse Band [Michael Haneke, 2009]

Das Weisse Band 4
Mi día más emocionante en La Croisette el año pasado fue definitivamente en el que vi Das Weisse Band.

Fue en el pase de prensa del mediodía, en el que todos parecen estar mucho más atentos [y despiertos] que en el de las 8:30am.
Al concluir, los que estábamos en la sala grande del Palais, le dimos una ovación de pie que ahora no recuerdo cuánto duró, pero lo que sí recuerdo es algo difícil de describir. Fue como una especie de conciencia colectiva que podía casi palparse, la realización de que acabábamos de ver no sólo a la que sería la ganadora de la Palma de Oro, sino de que lo que habíamos visto había sido algo especial, concluyente. Una sensación que con Haneke se repite mucho.
En su cine sucede algo curiosísimo. A pesar de tener la fama de retratar temas escabrosos [que lo hace], Haneke parece mucho más interesado en estudiar dos cosas: los momentos que ocurren antes de la consecución de un acto, y las consecuencias que dicho acto acarrea. Estas situaciones ubicadas en los extremos le atraen mucho más que el acto como tal.
En el cine de Haneke tampoco hay soluciones ni respuestas. Las rechaza de plano. Para Haneke, el cine actual, la narrativa inicio-nudo-desenlace, nos ha condicionado como audiencia a esperar y demandar resoluciones que simplemente no existen.
Su cine también se compone del deseo de ocultar cosas, de la cotidianidad del mal, pero sobre todo, de las relaciones de poder, y la presente es probablemente su más importante discurso sobre este tema, yéndose directo a la raíz, a encontrar el huevo de la serpiente.
Un acto de violencia es la consecuencia de otras mini-acciones, y la historia de Das Weisse Band es en parte sobre la interconexión entre estos eventos: un hombre se quita la vida porque ha perdido su trabajo, lo perdió por un acto de venganza de su hijo, la ira del hijo hacia el padre proviene por la muerte de su madre, pero ¿por qué murió la madre? La respuesta a esa pregunta no es tan importante, su objetivo más bien es ayudarnos a contextualizar el status quo de esta comunidad.
Haneke nos presenta una comunidad en la que el sistema de privilegios es el caldo de cultivo perfecto para desarrollar desde muy temprano un resentimiento, una rebeldía hacia la autoridad.
Nos adentramos en un pueblo en el que diferentes grupos o actitudes de la sociedad son representados por personajes individuales: los puritanos, los campesinos, el pastor, la institutriz, el discapacitado, el señor y señora feudal, madres, padres, intelectuales, pseudo-intelectuales retratados en exquisito blanco y negro, como sacados de un retrato de August Sander.
El escenario pastoral-costumbrista es perfecto para abundar sobre las contradicciones que tanto apasionan a Haneke: por un lado apacible, pero por otro lejano y gélido, un lugar en el que es fácil entregarse a la violencia [tras puertas cerradas, claro, nunca en público] en medio de un clima de supresión, servilismo, miedo y obediencia. La pasividad con la que todos los personajes ven que ocurren los actos más atroces, sólo sirve para que sigan incrementando en frecuencia y sadismo. Como hizo Clouzot en Le Corbeau, una obvia fuente de inspiración para Haneke, estos actos son una respuesta contundente de parte de un grupo que no se deja ver hacia las malas acciones de sus líderes.
Este mismo escenario da la sensación de que Haneke y su narrador [del que hay que decir no es 100% confiable] nos cuentan un relato mitad fábula, mitad historia perdida del Libro de Revelaciones, en el que no hay moraleja.
Esperen, sí la hay…el mal simplemente nace del mal, el libre albedrío y la redención no existen. Los abusados de ahora serán, como autómatas, los abusadores de mañana. La guerra aprendida a librar con el propio cuerpo y las emociones es la misma que se peleará en el campo de batalla dentro de muy poco.
Un doctor ilustrado [presumiblemente judío], un niño que toca la flauta [presumiblemente homosexual] y un niño discapacitado [presumiblemente el único inocente en toda la comunidad] son tres de las principales víctimas de una fuerza al principio invisible, pero que al final tiene, literalmente, caras y voces. Caras y voces que irán, entre muchos otros, tras los grupos representados por estos tres personajes.
A pesar de las comparaciones, por suerte Haneke no es ni Bergman ni Dreyer. Haneke responde el humanismo de esos dos con una misantropía que sobrecoge.
Haneke es de los que piensa que la letra con sangre entra. Los valores que se aprenden e interiorizan desde muy temprano son para siempre.
Pesimista, sí, pero ¿cierto?

BRB

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Y “mañana” se convirtió en 8 meses…

Vuelvo, porque acabo de darme cuenta otra vez que escribir en este blog me da una satisfacción que me cuesta describir.

Lo prometido en el último post viene en cinco minutos. La mejor película del 2009 es……………….

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