Wednesday, November 12, 2008

Mamma Mia! [Phyllida Lloyd, 2008]

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Aunque muchos la califiquen [con sobrada razón] de cursi, simplona y de valor musical nulo, la música de ABBA tiene una vigencia universal. Canciones como Dancing Queen o Take a Chance no han envegecido un día, la cual asumimos es la auténtica marca de la buena música popular, lo de la calidad musical ya es otra cosa.


En tiempos en que los Rolling Stones y Bob Dylan cantaban sobre la guerra de Vietnam y los cambios que se avecinaban en Gimme Shelter y The Times are A-Changin', la música de ABBA [y el movimiento de la música Disco en general] sirvió como una especie de respuesta a esa contracultura pesimista y de denuncia, prefiriendo evadir las preguntas y dudas que surgían en aquellos tiempos de revolución y despertar de conciencia, y optando por cantar sobre temas tan trascendentales como ir a bailar, o analogías tan profundas como comparar su vida amorosa con la batalla de Waterloo. En el cine de aquella época también pasó lo mismo - por cada Easy Rider o Five Easy Pieces había una docena de películas light, como las fantasías idílicas protagonizadas por Doris Day, o un fenómeno como la empalagosísima Love Story ["Love means never having to say you're sorry"...barf!].


Al parecer, inspirada por ese mismo espíritu de simplismo musical y partiendo de una olvidada película italiana protagonizada por Gina Lollobrigida, la escritora inglesa Catherine Johnson "creó" alrededor de las canciones más populares de ABBA una historia para dar forma a un musical de Broadway. Y digo "creó" entre comillas, porque su historia hubiese hecho morirse de la risa hasta a la propia Corín Tellado u ofendido por su puerilidad a cualquier protagonista de telenovela mexicana.


Pero como en este caso lo que importa es la música y todo lo demás es adorno, el musical Mamma Mia! se ha representado en más de 20 países y ha recaudado más de 2 billones de dólares en 9 años, motivo suficiente para que Hollywood tomara nota.


Culpar a Mamma Mia! de basarse en una historia simplista o sin sustancia sería un tanto contradictorio, partiendo de que el musical en sí es un género en el que el mise-en-scene y la música son los verdaderos protagonistas, y donde en casi todas sus mejores representaciones [Singin' in the Rain , por citar el ejemplo por excelencia] la historioria es casi incidental, un simple hilo conductor que lleva de un número musical a otro. Lo que diferencia a la presente de -por citar un ejemplo reciente- la extraordinaria Moulin Rouge! de Baz Luhrmann, es que Luhrmann sabiamente utiliza una historia basada en arquetipos de historias románticas de forma irónica y con el ojo firmemente guiñado a su audiencia. Los creadores de Mamma Mia!, sin ninguna concesión ni atisbo de irnonía, se toman todo esto muy en serio.


Por lo que sí se puede declarar a Mamma Mia! como culpable mortal es por su pobreza visual, el recurso que grita ser explotado en este tipo de cine. Phyllida Lloyd, una veterana directora de Broadway y el West End de Londres, demuestra a la vez su falta de experiencia cinematográfica y su extensa experiencia en el escenario. Si Rob Marshall -otro director de teatro primerizo en el cine- supo sacar a Chicago de los confines del escenario con una técnica bastante ingeniosa [la de montar los números musicales en la imaginación de la protagonista], Lloyd, con un par de excepciones, traduce del escenario a la pantalla sin ninguna imaginación, apoyada de una estática fotografía de postalita que ni sabe ocultar bien el material obviamente filmado en estudio detrás del rodado en locaciones reales en Grecia.


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Como cine, lo único rescatable de Mamma Mia! es que reafirma el status de Meryl Streep como la diosa induscutida y absoluta del cine norteamericano. Aquí vemos a la actríz más importante de su generación en la plenitud de su vida como actríz y como mujer desbordar un entusiasmo contagiante. Gozándose cada momento, correteando, cantando y bailando como ya quisieran muchas, y sobre todo BRILLANDO de tal forma que es imposible apartar la mirada cada vez que está en pantalla. Nos quitamos el sombrero ante ella ahora y siempre.


¿El resto? Inofensivo y dispensable como la música de ABBA, pero eso sí, inmerecedor del escarnio de la crítica norteamericana, que con casos como el presente y el de Sex and the City, parece más preocupada por actuar como policía de la moral y las buenas costumbres que de realizar su labor de críticos de cine.

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2 comments:

Paxton Hernandez said...

Casi de acuerdo en todo, menos en la Streep que para mí aquí hace el ridículo de su vida.

Esta película es el BODRIO del año. Y pensar que está metiendo carretedas de dinero verde en las taquillas mundiales. SNIFF.

Guido said...

Creo que Streep camina por la línea de hacer el ridículo aquí tanto como lo hizo en Devil Becomes Her y [uno de mis guilty pleasures] She-Devil, y por momentos la cruza, pero de nuevo, su entusiasmo me compró.

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