Friday, December 25, 2009

Public Enemies [Michael Mann, 2009]

Public Enemies “To stay alive or die, that is our greatest drama” – Howard Hawks.

Michael Mann es desde hace años el representante por excelencia del director que trabaja para Hollywood, pero estrictamente  bajo sus propios términos.

¿Qué otro director puede darse el lujo de que un estudio le financie una Miami Vice, un proyecto personal disfrazado de película de acción de $150 millones de dólares?

Mann es un craftman consumado, que aún trabajando para el sistema presenta en todos sus proyectos de forma inconfundible y sin compromisos sus ideas y los temas que le obsesionan. Su sello personal es claramente identificable sin que ello necesariamente dé al traste con las posibilidades comerciales de sus trabajos. De ese tipo de autor quedan muy pocos exponentes, junto a Mann podrían destacarse directores como Steven Soderbergh, David Fincher, y [debatiblemente] Tim Burton.

La principal característica del cine de Mann, la cual muchos lamentablemente terminan denostando como “estilo sobre sustancia”, es su deseo ante todo de crear una atmósfera particular, un mood absorbente que es tan o más importante que los personajes que la habitan.

Hace unas semanas, comparaba el myth-making que Kathryn Bigelow realiza con sus personajes con el de Mann, y las similitudes son innegables. Los protagonistas de Mann también son todos arquetipos de algún tipo; policías, ladrones, estrellas de boxeo, periodistas íntegros, y todos, ya sean buenos o malos, son líderes y los mejores en lo que sea que hagan.  Por ello, todos sin excepción terminan cargando figurativamente con el peso del mundo en sus hombros, estando dispuestos a darlo todo en nombre de su código moral.

El personaje más recurrente en su filmografía es el del forajido, el outcast que se expresa a través del crimen o la violencia. Mann parece obsesionado con romantizar y mitificar este personaje, todo ello mientras lo deconstruye y nos lo presenta en su escencia más pura, muy similar a como lo hiciera John Ford en su concluyente obra The Man Who Shot Liberty Valance, película que Mann ha citado repetidamente como una de sus mayores influencias temáticas y estilísticas.

Como en Liberty Valance, y al igual que en otros trabajos suyos como Ali, The Last of the Mohicans y hasta la propia Heat, Public Enemies es otra película sobre cómo el tiempo, la geografía y la percepción pública dan forma a la creación de un personaje mítico.

Public Enemies

Eligiendo a una estrella tan carismática como Johnny Depp, Mann mitologiza a John Dillinger, el último gran bandido “independiente” antes de que el crimen organizado se convirtiera en otra gran corporación sin rostro. Lo pone en pantalla como una figura trágica, como una figura -el gangster- tan representativa de la cultura norteamericana como el mismo cowboy.

Como sucede en las grandes historias donde los antihéroes son romantizados al punto de convertirse en héroes, Mann nos presenta a hombres como Frank Nitti como los verdaderos villanos, individuos que buscaban blanquear el crímen escondiéndolo detrás de operaciones legítimas. Haciendo esto, personajes como Dillinger se convertían en  las víctimas de este cambio de modelo de negocio, al hacer desaparecer al gangster como operador individual anónimo con un código moral bien definido, y colocando en su lugar a la gran corporación anónima que sólo busca lucrar a toda costa. Dillinger es visto como un tipo de criminal “superior”, porque es un iconoclasta que trabaja según sus propias reglas y no las de un nuevo orden de criminal sin personalidad ni “ética”.

En plena época de la gran depresión, John Dillinger se convirtió en un símbolo de transgresión y no conformismo. Figuras como él se aprovecharon de la animadversión de la gente hacia las instituciones bancarias que apenas cuatro años antes se habían llevado de encuentro el fruto toda una vida de trabajo, y con cada golpe o con cada escape de prisión, la aprobación del público hacia un hombre que se atrevía a desafiar a un sistema más corrupto que él crecía.

Public Enemies es una despedida melancólica a este tipo de criminal, y para hacerlo, Michael Mann sigue a su manera el patrón de las grandes películas de gangsters de los años 40, primero elevando al personaje a un status casi de Dios, pero luego ir mostrando paulatinamente su descenso en influencia, poder, hasta finalmente verse sólo y traicionado por los que una vez fueran sus amigos y aliados.

Como suele suceder a todo esteticista dedicado, Mann a veces sufre de que en lugar de que su intención estilística [recientemente el uso del video HD en lugar de celuloide] se funda visualmente sin distraer ni llamar la atención a sí misma, el resultado es el contrario, y el espectador se concentra en el cómo y no el qué. A Tim Burton, por ejemplo, viene sucediéndole lo mismo desde hace unos años, y es que cuando un realizador alcanza crear un estilo tan distintivo, es imposible desasociarlo del mismo, y en el camino los detalles más sutiles terminan perdiéndose.

El uso del video HD podrá verse como un fetiche, pero aquí su uso es novedoso y apropiado. Como audiencia, ya tenemos una preconcepción de cómo debe verse este tipo de pieza de época. Estamos acostumbrados a ver eras como los años 30 a través del prisma del filme, aquí Mann intenta destruir esa preconcepción y mostrarnos este mundo con una nueva visión estética. Aquí caemos en cuestión de preferencias personales, pero creo que el video tiene un uso primordial: nos hace ver hechos históricos de forma más vívida, pero también más misteriosa por una razón – en este caso, el video HD no se parece a nada que hayamos visto antes. El atrevimiento de Mann es tal, que lo que se propone hacer es una especie de redescubrimiento y redefinición de la imagen, una imagen a priori conocida e identificable, pero que a partir de ahora veremos como nueva. Un ejemplo es el tiroteo en el bosque: la noche y la oscuridad nunca se habían visto -aunque suene contradictorio- tan brillante y luminosa. Estamos viendo a estos hombres y mujeres de otra época no como parte de una realidad lejana, ajena a nuestra propia experiencia, sino como algo que sucede aquí y ahora frente a nosotros.

Depp Dillinger

Hacia el final, hay una escena importantísima, quizás la más importante de toda la película, sacada literalmente de la historia real del personaje. En ella, Dillinger se encuentra en el Biograph Theatre de Chicago viendo la película Manhattan Melodrama, protagonizada por Clark Gable, William Powell y Myrna Loy. Michael Mann estructura los primeros dos tercios de la película como preparación para la llegada de esta escena. Hasta este momento, el personaje se había mantenido remoto y enigmático, tan difícil de leer y de descifrar como una de las cajas fuertes que robaba. Este es otro punto a destacar y que muchos detractores utilizaron para atacar la película, ¿cuál es el punto de tomar a un personaje tan carismático y hacer que el actor más carismático de todos lo encarne de forma tan fría y lejana? Así como Mann se propone redescubrir la imagen de la época, también se propone desafiar la imagen que tenemos de los mitos creados por el boca a boca y por los medios de comunicación, algo muy similar a lo que hiciera Andrew Dominik en otra película extraordinaria como The Assassination of Jesse James hace dos años.

En el Hollywood de aquel entonces, había dos clases de películas de gangster: las de Warner Brothers y las de la MGM. Manhattan Melodrama era una película de MGM, que a diferencia de las de Warner que tomaban un enfoque más realista y oscuro,  se enfocaba en el glamour y la opulencia en la que vivían los gangters y sus dames.

Mientras ve la película, Dillinger entiende dos cosas: primero, que jamás será como Blackie, el gangster interpretado por Clark Gable. La escena sirve como un anti-espejo en el que Dillinger no se ve reflejado, y entiende que aunque Blackie y él pertenecen al mismo mundo, jamás serán iguales. Lo único que los une y los afinca es una mujer, en este caso Myrna Loy [en la cual el personaje de Marion Cotillard está obviamente moldeado], y segundo, sirve para que tenga el obligatorio momento de claridad mental que tienen todos los antihéroes de las películas de gangster y cine negro: el criminal vive en tiempo prestado, y el suyo ya se agota.

La manera en la que Mann establece ese momento, desde la sensible interpretación de Johnny Depp a la labor de edición, es absolutamente sensacional, el trabajo de un maestro en total control de sus poderes como realizador cinematográfico.

Pero momentos tan inspirados como ese encontramos desde el principio, partiendo con el escape de prisión que abre la película con una contundencia y una fuerza inusitadas, el cual concluye con otro momento de importancia vital, en el que Dillinger se encuentra cara a cara con la muerte, más cercana que nunca. Mann utiliza el tema de la mortalidad y su presencia casi fantasmal para los hombres como Dillinger, creando con ello un arco narrativo que se cerrará triunfalmente con la secuencia en el cine Biograph.

Manhattan MelodramaMarion Myrna Loy

Goodbye, Blackie.

Utilizando de manera ejemplar la técnica del montaje, Mann nos regala una escena donde corta intermitentemente entre el rostro de Marion Cotillard, más bella y frágil que nunca, con el de Myrna Loy en Manhattan Melodrama, logrando crear nuevamente un paralelismo que resalta las similitudes entre ambas realidades. Aquí, director e intérpretes se lucen, demostrando sólo con una serie de miradas y reacciones a dos hombres, Blackie y Dilliger, y dos mujeres, Eleanor y Billie, que se encuentran perdidos en el mundo, sólos y llegando a la terrible conclusión de que lo han perdido todo.

Public Enemies opera en dos niveles, es a la vez una oda a un tiempo pasado de la historia reciente de una nación, a los hombres que forjaron parte del carácter que hoy conocemos como norteamericano, pero también es una visión moderna y un comentario urgente sobre la corrupción burocrática, el crimen organizado en complicidad con las autoridades, una meditación renovada sobre la mentada “guerra contra el terror”, que no es más que un show en el que se persiguien figuras que al momento de su captura ya no tienen la relevancia de antaño.

Michael Mann juega con un género y con nuestras expectativas de lo que podía hacer con él, dejando en el aire a los que estaban esperando que su película fuese un blockbuster veraniego de persecusiones y disparos, centrada en una actuación estrambótica de una estrella dada a darlas. En su lugar nos encontramos con  una película de tesis, meditativa, contemplativa, la sumatoria de todas las obsesiones de un autor, uno de los más importantes de la cinematografía moderna.

Una película ignorada a la que el tiempo dará su justo lugar. De lo mejor del 2009.

 

Bye Bye Blackbird – Peggy Lee

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4 comments:

Jose Ramon Santana Vazquez said...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE
[ CINEMA BLENDER ]

DESEANDOOS UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES DE NAVIDAD 2009 ESPERO OS AGRADE EL POST POETIZADO DE CREPUSCULO.

José
ramón...

orlando ohmke said...

tu comentario me emocionó. en serio. public enemies llegó directo a mi corazón cinéfilo, tanto en la técnica utilizada como en las rememoranzas de ese cine que está estancado en el tiempo y que pocas personas todavía pueden entender.
gracias.

Guido said...

Me alegro cada vez que me encuentro con alguien que haya sentido lo mismo que yo con esta película, mi apreciación hacia ella no es muy popular.

Junto con los Coen y Scorsese, Michael Mann es EL director norteamericano de los últimos años, y esta película no hace otra cosa que reafirmarlo.

Gracias a tí!

Anonymous said...

For some reason, I can’t see all of this content, stuff keeps hiding? Are you taking advantage of java?

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