Así se llamaba el programa que Arturo Rodríguez conducía en el canal 7, y fue durante una de sus emisiones en la que lo escuché hablar de cine por primera vez.
Ya ni recuerdo la película que presentaba esa noche, eso poco importa, lo que sí recuerdo vívidamente es su tono paciente pero firme, su elocuencia, el aire de eruditismo de sus palabras, y sobre todo, el entusiasmo contagioso con el que hablaba sobre el cine. Porque hablaba como alguien que había visto todo el cine, que sabía todo lo que había que saber sobre el cine y los hombres y mujeres que lo hacían.
Con el Lumiere, con los cineclubs, con los martes de Casa de Teatro, con los sábados por la mañana en el ISSFAPOL, con A La Hora Señalada, con el Festival de Cine que luego que se convirtió en Muestra, Arturo Rodríguez enseñó a una generación de dominicanos a ver cine.
El alcance de su influencia apenas comienza a verse.
Un par de años antes de morir, Pauline Kael dijo en una famosa entrevista que ella no era una simple cronista de cine, insistía que ella no sólo escriba sobre lo que se reflejaba en una pantalla, sino que también era una cronista de la vida, una observadora y comentarista de la forma en que las películas influenciaban a la sociedad y el pensamiento colectivo, ella incluída.
Arturo Rodríguez hacía algo similar, porque el cine era su vida.
De las contadas veces en las que tuve la oportunidad de intercambiar palabras con él, me dejó su filosofía como crítico de cine muy clara: lo que define la experiencia de ver una película no es la idea o la forma, sino la sensación.
También me dejó clara otra cosa. Que el cine es mejor que la vida misma.
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1 comment:
Excelente post mi estimado. Y si, el cine es mejor que la vida misma. Falta alguien asi para la coltura popular (o mejor dicho, que salga en la tele) aquí en México.
Saludos y espero más de tus palabras.
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