Wednesday, May 15, 2013

Cannes 2013 – Día 1

Jurado

Spielberg y su jurado.

Primer día.

Mis plegarias fueron escuchadas, y la acreditación que me otorgaron es azul, lo que significa que los organizadores o quedaron fascinados y aturdidos con mi carta de motivación, o les pareció buen chance de invitar a un cinéfilo de una locación “exótica”.

Y digo “exótica”, porque aquí todo lo que huela a ello es un bien de buena venta, pero hablo de eso más adelante.

Mi acreditación azul es señal de que estoy justo en el centro de la cadena alimenticia: por encima de los arrastrados con gafetes naranjas y amarillos, pero por debajo de los exclusivos con rosados y “rose et pastille” [rosados con un punto amarillo]. Ni hablar de los blancos, avistarlos es como quien se encuentra con un unicornio morado. A su paso las colas se desvanecen, las barreras que bloquean puertas se levantan, y el suelo que pisan se convierte en alfombra roja.

Considerando que el que tiene la mejor acreditación tiene prioridad de entrada para todas las actividades del Festival, el tema de las acreditaciones es conversación obligatoria en todos los pasillos. El hecho de haberme saltado dos, DOS [¡¡!!] rangos completos del sistema de castas Cannesco, es un triunfo que celebro con una botella de agua que me costó 8 euros.

En mi primer viaje hace cuatro años conocí el infierno que viven los sin-acreditación, leprosos indeseables que vagan por la Croisette mendigando invitaciones, pero el cielo y la gloria son para los que hacen sus amarres en menos de una semana, así que ahora tengo la fuerza y el poder [como Mumm-Ra] para ver todo lo que quiera de todas las selecciones.

Y precisamente eso hice en este primer día  –

 

The Great Gatsby [Baz Luhrmann, 2013] – Fuera de Competencia

Gatsby

El otro día le decía a alguien que deseaba con fervor que la manoseadísima frase “Style over substance” desapareciera de la consciencia colectiva.

El uso de ese tipo de muletilla en cualquier apreciación pretendidamente formal de cualquier manifestación artística es suficiente para que la dé por descontada de inmediato.

Ese aforismo fácil es precisamente la principal arma de los que atacan a Baz Luhrmann y su cine. Es cierto, a Luhrmann poco le importa la sustancia, pero en una época en la que más que nunca las películas se hacen por consenso, en que la figura del auteur reconocido por sus sellos visuales va en franco declive, y cuando muchos parecen haber olvidado que el cine es un medio eminentemente visual, alguien como Luhrmann es una presencia bienvenida. Extenuante, pero bienvenida.

Su tratamiento de The Great Gatsby es una contradicción en movimiento. Por un lado, por momentos es probablemente una de las adaptaciones más fieles que he visto de un texto literario, y por otro es un ejercicio de abandono total de la fuente. Cuando se aleja, su idea de regresar a ella es [literalmente] plasmando las palabras de F. Scott Fitzgerald en la pantalla. Una idea que en teoría parece el recurso más barato y tramposo que existe, pero que en este particular universo creado por Luhrmann se siente completamente orgánico y coherente. Artificial, pero todo en el esquema planteado por Fitzgerald lo es para empezar.

El mundo de los Roaring Twenties es un vehículo perfecto para que Luhrmann explotara su sensibilidad ultra-kitsch. Con Gatsby o sin Gatsby, es fácil deducir que Luhrmann eventualmente en algún punto de su carrera terminaría abordándolo.  Aquí de todo hay mucho con demasiado. Mucho vestuario, mucha fotografía, mucho diseño de producción, mucha cámara voladora. Luhrmann parece tomarse a pecho aquella frase de Max Ophüls en que decía que su cámara flotante buscaba capturar la forma exquisita en la que sus decorados suntuosos devoraban los personajes que los habitaban.

Como Luhrmann es un director para quien [como hizo a la perfección en Moulin Rouge] las emociones se expresan sin el menor atisbo de sutileza, se gritan – FREEDOM! BEAUTY! TRUTH! LOVE!, el ennui de Daisy Buchanan, el acto de revivir el pasado para dar forma al futuro, y el desasosiego provocado por la persecución-alcance-pérdida del sueño americano de Jay Gatsby -temas esenciales de la obra maestra de F. Scott Fitzgerald- obviamente no son su preocupación principal.

Abstracciones como esas, al igual que el desencanto internalizado que permea toda la historia de Fitzgerald, son elementos casi imposibles de traducir a un medio como el cine. La elegantísima prosa de Fitzgerald para describir un mundo vacuo es sustituida por Luhrmann con la mayor estridencia visual y sonora posible. Un mood piece contenido se convierte en un espectáculo en el que cada emoción controlada o restringida se pinta con brocha gorda para que quede clarísima.

Y aunque no lo parezca, todo lo anterior lo digo con la mejor de las intenciones y con mi mayor admiración hacia Luhrmann, porque materiales intocables como Gatsby precisamente este tipo de tratamiento es el que necesitan.

Artificio, pero qué es el cine si no eso: make belive.

 

Heli [Amat Escalante, 2013] – Sección Oficial en Competencia

Heli

La exploración de la masculinidad es un tema fascinante. Directores como Sam Peckinpah y Michael Mann hicieron y han hecho de ello un oficio.

En la presente, Amat Escalante, alumno aventajado de Carlos Reygadas, usando la fórmula festivalera de provoca y vencerás, se propone presentar a un hombre que ve perdida su masculinidad, y entiende que la única forma de recobrarla es con violencia.

El caso de estudio es una familia mexicana víctima de la narcoviolencia, y Escalante no se cohíbe al presentar esa violencia con todo el detalle posible, desde canina hasta genital en llamas.

Lars von Trier ha hecho un daño enorme demostrado que la mejor forma de dar de qué hablar en Cannes es creando controversia, provocando. 

Es muy fácil provocar con imaginería chocante, del tipo que hace que el público grite de asombro o se salga de la sala [como de hecho sucedió en la Sala Debussy el día de hoy], cualquiera puede hacerlo, ¿pero qué la desencadena? ¿qué hay debajo de ella? Ahí es donde se paran las aguas, y donde se diferencian directores como von Trier y Haneke del resto.

Las drogas son muy, MUY malas, es un negocio en el que opera gente muy, MUY mala, que hace cosas muy, MUY malas. Eso es Heli. Así en mayúsculas.

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3 comments:

lando said...

excelentes reviews, guido. sigue así!

alfonso said...

Joder, ahora quiero ver Heli.

hechizos de amor said...

muy buen post, muchas gracias por la informacion. saludos

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