Thursday, November 26, 2009

III Festival de Cine Global Dominicano – VIII

Araya

Dir. Margot Benacerraf, 1959 | Venezuela

Araya

Araya no se parece absolutamente a nada que se ha hecho en el cine.

Se podrá comparar, como sucedió al momento de su estreno en Cannes, con Flaherty y su obra de referencia Nanook of the North, pero las alturas que Araya alcanza narrativa y visualmente son únicas.

Su completa desaparición de las pantallas mundiales por casi  50 años sólo sirvió para elevar su estatus de leyenda.

Araya es un ensayo audiovisual, un canto lírico a la naturaleza humana, a su fortaleza, a su estoicismo, a la relación inquebrantablemente mutualista que mantiene con la naturaleza, pero a la vez también a su inercia y a su conformismo.

Por más de cinco siglos, los días de los habitantes de la península de Araya al norte de Venezuela se componen de extraer y apilar el único regalo que la naturaleza les ha otogado: la sal. La tierra estéril no puede darles ni una flor para honrar a sus muertos.

Momentos antes de iniciar la proyección en la Cinemateca Dominicana, su directora Margot Benacerraf compartió con la audiencia una frase que escuchó de Henri Langlois, fundador de la Cinémathèque Française: “El cine es la memoria del tiempo”.

Amén de ser un tratado audivisual con méritos cinematográficos de sobra, Araya es precisamante de lo que habla Langlois, una obra de estudio antropológico de una comunidad, de un estilo de vida único y particular, que gracias a Benacerraf ha quedado como un documento histórico inborrable.

Descrita por la propia Benacerraf como un “documental ficcionado”, Araya nos muestra a tres familias de la comunidad -una pesquera, una que extrae la sal de día y otra de noche- y la manera en la que la extracción de la sal marina se ha convertido en una tradición que ha pasado de generación en generación, como una herencia que se acepta sin condiciones simplemente porque no hay otra opción de vida.

Por el liricismo y el nivel de detalle con que las presenta, Benacerraf y su narrador José Ignacio Cabrujas hacen que estas actividades mundanas adquieran un tono casi mítico, como si esta gente estuviese predestinada por algún orden divino a realizar este ritual desde que nace hasta que muere. La narración, que al principio pudiese parecer intrusiva y reiterativa, es simplemente un vehículo para demostrar que la vida de estas personas esta basada en una rueda infinita de repetición: sol, mar, sal…silencio.

En tan sólo 82 minutos Benacerraf plasma de manera contundente cinco siglos de tradición inerte, pero a la vez de optimismo, de amor por la tierra, del inexorable ánimo de supervivencia que todo hombre lleva dento.

 

Y con esto doy por terminado el III Festival de Funglode. La próxima edición ya está anunciada, se realizará del 16 al 21 de noviembre del 2010. La tarea de superar esta edición será difícil, pero los recursos y el talento con los que cuenta FUNGLODE son todo lo que se necesita para lograrlo.

Por ahí vienen las reseñas atrasadas [Up, Public Enemies], las de las mejores que ví en Cannes [Das Weisse Band, Un Prophète], y los comentarios sobre la temporada de premios, que inicia ya el próximo jueves con el anuncio del Top 10 del National Board of Review.

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2 comments:

Anonymous said...

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Marisa said...

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Greetings from Torrent

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