Después de Billy Wilder, puedo decir sin dudar que mi director favorito es Alfred Hitchcock.
Hace una semana vi la que considero su peor película, lo que me hizo pasar el día de hoy revisitando dos de sus mejores películas, Rear Window, y de la que voy a hablar a continuación: Rebecca.
El siguiente es un ensayo que escribí hace unos meses luego de haberla visto después de muchos años:
"No la considero una película de Hitchcock. Es una historia sin humor.”… “No es más que una simple novelette”...“Ha envejecido bastante bien, no entiendo por qué.”
Alfred Hitchcock comenta sobre Rebecca en una de sus entrevistas con François Truffaut.
David O. Selznick, uno de los personajes clave del Studio System de Hollywood, vio en Alfred Hitchcock la posibilidad de dar a sus producciones, las más populares del género Costume Drama, el estilo novedoso que notó en sus exitosos filmes hechos en el Reino Unido como The 39 Steps [1935] o The Lady Vanishes [1938]. Este estilo, del que Hitchcock se convirtió en alumno adelantado, lo aprendió durante su estadía en Alemania durante los años 20.
Aprendió de los técnicos expresionistas alemanes del cine que [como lo denominarían los franceses años más tarde] el mise-en-scène era esencial a la hora de contar una historia. Los movimientos de la cámara y la manera en que los actores eran colocados delante de ella, los sets y decorados eran tan o más importantes que la historia misma. La creación de una atmósfera era vital. Mientras los primeros técnicos norteamericanos preferían dar forma a la película en la sala de edición, los alemanes pensaban que esta construcción debía comenzar desde antes del mismo rodaje. Esta práctica de “pre-visualizar” antes de rodar, Hitchcock la utilizaría a lo largo de toda su carrera.
La relación entre Selznick y Hitchcock fue tormentosa pero muy productiva. El primer filme surgido de esta unión es una de las obras maestras indiscutidas del Maestro del Suspense: Rebecca.
Durante su estadía en Monte Carlo sirviendo como dama de compañía a una señora adinerada, Joan Fontaine se enamora y se casa con Laurence Olivier. Al regresar a Manderley, la vieja mansión de éste, descubre que la presencia de Rebecca, su ex-esposa muerta en un accidente, está todavía latente de una manera extraña en la vida de todos los que habitan allí.
La grandeza de esta obra está dada por dos factores: Primero porque, aún al ser vista sin tomar en cuenta la historia de quien la dirige, es simplemente un excelente ejercicio en suspense. Segundo, y quizás la razón por la cual es tan venerada entre los estudiosos de su autor, es que en la misma logró plasmar todos sus temas favoritos, a pesar de tratarse de una obra de encargo. Como el mismo Hitchcock contó a François Truffaut durante una de sus entrevistas, la consideraba una obra de Selznick y no suya.
La película está estructurada alrededor de tres personajes arquetípicos del universo Hitchcockiano: la figura materna tiránica, un hombre atormentado por su pasado, y una mujer atrapada en el medio de una situación que no comprende y sobre la que no tiene control. Unidos a estos tres, están otros dos personajes con una presencia tan fuerte o mayor: Rebecca y Manderley. Por un lado, la importancia de Rebecca en la historia se observa en el simple hecho de que es el único personaje a quien siempre se menciona por su nombre. El nombre del personaje de Joan Fontaine nunca es mencionado ni en la novela original de Daphne Du Maurier ni en la película, Laurence Olivier es simplement e Mr. De Winter, mientras que Judith Anderson es sólo Mrs. Danvers. Tan importante es Manderley, que la película inicia y termina con memorables imágenes suyas.
Como es común en el canon de Hitchcock, sus personajes están controlados por sus obsesiones: De Winter y Mrs. Danvers por el fantasma de Rebecca y la nueva Mrs. De Winter por querer emularla. También utilizó su recurso de dividir los personajes en dos bandos: los que persiguen [Rebecca, Mrs. Danvers] y las presas perseguidas [Mr. y Mrs. De Winter].
Las frustraciones y la represión sexual [tema recurrente y presente en casi toda su filmografía] tienen una presencia tan fuerte en el filme, que resulta verdaderamente insólito que Hitchcock pudiera salirse con la suya frente a los censores de la época. Esta represión tan fuerte hace que los caracteres concentren toda esa frustración en un personaje que ya no existe y al que están tratando de materializar con sus actos. El ama de llaves Mrs. Danvers nunca pudo satisfacer su [para la época escandaloso] deseo sexual lésbico por Rebecca, Maxim De Winter es incapaz de hacer a ninguna mujer feliz, porque su pasado con Rebecca nunca le permitirá volver a confiar en nadie, y la nueva Mrs. De Winter siente un gran complejo por ser menos atractiva y refinada que Rebecca. La confusión de identidades, otro de los temas emblema de Hitchcock, está también presente en la nueva Mrs. De Winter, quien llega al punto de creer que el fantasma de Rebecca la está poseyendo.
Es increíble que un personaje al que nunca vemos en pantalla tenga una presencia tan fuerte a lo largo de toda la trama. Responsable en parte de esto es la impresionante labor fotográfica ganadora del Oscar, obra de George Barnes [con quien Hitchcock trabajaría nuevamente en Spellbound [1945], otra producción de Selznick], sugiriendo en cada plano que en realidad existe una presencia en Manderley.
Pero, ¿cuál es el rol de Manderley -una casa- en esta historia?
Manderley no es más que una extensión de Rebecca. Aunque su predilección era rodar en interiores para tener un control absoluto de todos los elementos, las locaciones siempre tuvieron un lugar importante en las historias de Hitchcock, convirtiéndolas en personajes centrales: el motel Bates de Psycho [1960], el campanario del convento de Vertigo [1958], Mount Rushmore en North by Northwest [1959] o el Albert Music Hall en The Man Who Knew Too Much [1956]. Manderley representa todo lo que ella era: la opulencia, la clase, el refinamiento, los sueños de Maxim de Winter hechos realidad, pero al mismo tiempo la frialdad, la omnipresencia desde su habitación con vista al mar.
En la escena final, una de las más memorables en toda la historia del cine, luego que descubrimos quién era en realidad Rebecca, la imagen idealizada de ésta queda hecha cenizas al igual que Manderley. La desaparición tanto de Rebecca como de Manderley suponen una especie de exorcismo o redención para los personajes, pero ¿experimentarán una verdadera redención, cambiarán para ser mejores?, ¿Darán un verdadero cierre a ese capítulo de sus vidas? Esta es una pregunta que Hitchcock muy pocas veces respondía y prefería dejarla a opción del espectador. Otro ejemplo de esto es coincidencialmente otra de las colaboraciones de Hitchcock con Joan Fontaine, Suspicion [1941].
Mr. Hitchcock es uno de los grandes del cine porque como pocos supo hallar el balance entre el entretenimiento y el arte. Sus películas son espectáculos que satisfacen los sentidos y, al mismo tiempo, su carga temática nos deja pensando y descubriendo nuevos detalles cada vez que visitamos nuevamente cualquiera de ellas. No era muy dado a trabajar con actores. Como dijo la misma Joan Fontaine, Hitchcock mantenía una actitud de control y mando en sus sets. Exigía lealtad incondicional, pero sólo hacia él.
Rebecca fue su única obra en ganar el Oscar a Mejor Película. Nunca ganó un Oscar competitivo. Tampoco le hizo falta. No fue sino hasta 1968 que recibió el premio Irving G. Thalberg por toda su trayectoria. Su discurso fue el más corto de la historia de los premios de la Academia: “Gracias.”
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